1 marzo, 2020
Desarrollar líderes es la tarea principal de un líder. El abrir posibilidades para otros y verlos crecer es la mayor recompensa para aquellos que anhelamos vivir una vida para añadirle valor a otros. La razón principal por a que las personas abandonan sus empleos no es por las condiciones salariales o la falta de mayores beneficios marginales, es porque no ven potencialidad de crecimiento y desarrollo. En otras palabras, la gente no deja organizaciones, la gente deja otra gente.
Ahora bien, una de las tareas mas retantes en el liderazgo es dejar ir a aquellos que hemos desarrollado. Pareciera una contradicción, porque para que desarrollarlos si no los dejaremos ir. Yo nací como líder en una organización así. Mis superiores eran maravillosos entrenadores y desarrolladores, pero nunca abrían oportunidades significativas para esos líderes que desarrollaron. Hoy, todos los que pasamos por esa organización vivimos agradecidos por lo que aprendimos y como nos ayudaron inicialmente a crecer, pero sabemos que nunca hubiésemos llegado a nada si no salíamos de ahí al punto que hoy esa organización ni siquiera existe.
¿Por qué tantos lideres pueden desarrollar inicialmente a otros, pero los frustran al no poderlos dejarlos ir para completar su desarrollo? La respuesta no es sencilla, pero se resume en una frase, por su corazón. Hay una profunda e inconclusa línea de pensamiento de liderazgo que les hace crecer a las personas que pueden facultar a otros sin enviarlos sin darse cuenta de que enviarlos es lo que confirma el haberlos facultado. Es la seguridad de que aun si cometieran errores los facultados están preparados para por lo menos intentarlo lo que completa su empoderamiento. No hemos culminado un proceso de facultar a otros si no tenemos la suficiente confianza en ellos y en nuestro propio trabajo como para enviarlos y apoyarles en una tarea que conlleve nuestra ausencia.
Hay tres elementos básicos en la vida de un líder para que verdaderamente faculte a otros y termine lo que comienza en sus vidas. Estos son:
Respeto: Gana credibilidad a través de tus resultados. Nuestros estados de ánimo y reacciones negativas no crean respeto en los demás, grandes sermones y regaños no hacen que las personas se desarrollen en su liderazgo o deseen emularnos. Son nuestros resultados los que evidencian que nuestras disciplinas son dignas de ser conocidas y de imitarse. Un líder no les dice a otros que hacer, eso lo hace un dictador. Un líder modela lo que hay que hacer y tiene la suficiente madurez como para permitir que otros consigan iguales o mejores resultados de otras maneras distintas a las anteriores. Un verdadero líder no busca llenar su copa en presencia de otros sino vaciar la suya en la vida de otros. Si eres exitoso en lo que haces, ya tienes la credibilidad y el respeto para invertir en otros y verlos crecer.
Relaciones: Se lo suficientemente seguro como para compartir tu poder con otros. Solo líderes seguros comparten su poder. Tu puedes tratar de impresionar a otros con lo que haces o ayudar a otros a ser mejores con lo que haces. La decisión es tuya. Lideres inseguros quieren ser el centro de todo, les encanta la recompensa que produce es sentirse indispensables. Ellos hacen todo acerca de ellos y todo lo que hacen es para preservar su autoridad y no para compartirla. Por otro lado, los líderes que comprenden las relaciones y su increíble influencia la utilizan para facultar y liberar a otros lideres a alcanzar más allá de las expectativas. Los grandes líderes no son necesariamente los que hacen grandes cosas sino los que facultan a otros para que alcancen grandes cosas. Pero tienen que entregar el deseo de ser deseados y necesitados y cambiarlos por deseos de motivar y empoderar a otros a alcanzar su potencial. Los líderes que comprenden las relaciones las celebran y las utilizan para el beneficio de otros.
Atmósfera: Crea un ambiente donde líderes se sientan seguros que pueden crecer y desarrollarse. Si usted ha alcanzado poder, autoridad y credibilidad entonces usted debe ser lo suficientemente seguro como para dar ese poder y autoridad a otros. Una atmosfera que es conducente a facultar a otros es una que abraza el potencial de otros, que les ofrece libertad, que motiva la colaboración que requiere el rendir cuentas, que le produce a otros un sentido de pertenencia, que valora el servir a los demás y que recompensa la productividad. Una atmosfera para facultar a otros es creada por un líder que no tiene temor a dar lo que tiene porque lo que verdaderamente tiene nadie lo puede tomar, su carácter.
Jesús era el facultador por excelencia. Luego de tomar tres años y medio preparando a doce personas para transformar el mundo los envía a aquello para lo cual los había preparado. “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:19-20). Lo que conocemos hoy como la Gran Comisión no es otra cosa que el modelo de Jesús de como preparar, facultar y enviar líderes a desarrollar todo su potencial y dependencia en Dios en una tarea imposible de alcanzar bajo circunstancias regulares, pero totalmente posible si en vez de pensar en nosotros mismos, facultamos a otros, les añadimos valor y los dejamos ir.
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